Para evitar esa situación de angustia y dolor, la solución más común es no involucrarse demasiado en una relación amorosa y enmascarar la identidad.
Lo máximo que se logra es mantener a flote la relación pero no nos arriesgamos a ir hacia la profundidad de esas aguas del romance que pudieran tragarnos y causarnos daño.
Por lo general tenemos temor a amar profundamente porque nos asusta revelar nuestra intimidad, mostrar a la pareja cómo somos, desnudar nuestra alma. Sin embargo, el verdadero amor requiere de ese nivel de vulnerabilidad y confianza si busca un fin común.
El dolor es inevitable en las relaciones profundas y significativas. Nadie es perfecto en el mundo y consecuentemente ninguna persona se sentirá totalmente satisfecha siempre con otra persona.
Incluso el amor de los padres hacia los hijos corre el riesgo de ser juzgado y de dejar heridas en ellos, producidas durante su crecimiento aunque su intención haya sido la mejor y hayan entregado todo su amor.
Como consecuencia de ello, experimentamos a una pronta edad el profundo dolor asociado con el sentirse herido por alguien a quien amamos y de quien dependemos y, asimismo, aprendemos muy temprano a esconder nuestros sentimientos con relación a esa dependencia sentimental. Irónicamente, sin embargo, existe una verdadera sed en nuestras almas por encontrar una relación íntima que nos proporcione todo aquello con lo que hemos soñado.
Sin embargo, cargamos a cuestas esa retaguardia protectora virtual que nos previene de dolores sentimentales, perdiendo la oportunidad de encontrar relaciones significativas que si bien es cierto demandan ciertos sacrificios personales también llenan ese espacio que logra convertirnos en un todo al unirnos a lo que muchos llaman el ‘alma gemela’, es decir a complementarnos.
Sin embargo, en muchas ocasiones escogemos ser amigos leales, conocidos o compañeros de trabajo, deportes, etc. porque creemos que es más fácil no tener que involucrarnos sentimentalmente para evitarnos dolores.
Gyorgy Dozci, autor de un hermoso libro llamado ‘El poder de los límites’, ilustra cómo toda materia y forma tiene límites, filos y bordes, necesarios para definir los aspectos de la creación. Son límites de peso, talla, velocidad, definición de colores, de formas, etc. Un concepto simple pero muy profundo sin duda.
“Como seres humanos nos cuestionamos por qué no podemos volar, aparecer y desaparecer, la respuesta es porque existen ciertos límites y es gracias a esas limitaciones que la belleza y el placer pueden ser experimentados. Por ejemplo, una deliciosa comida es más deliciosa gracias a las limitaciones y definiciones del plato, del color de la comida, el contraste de algo ligero y algo pesado (un suflé de chocolate con helado).
Si imaginamos a los bailarines en escena, podemos darnos cuenta de que son los límites de la gravedad los que les obligan a elevarse y a volar a lo largo del escenario o bailar en las puntas de sus pies como si no tuvieran que esforzarse en lo absoluto.
De manera que la fricción, la gravedad, la tracción, la resistencia son por lo común necesarios para crear el contraste que la creatividad requiere. Y en el campo de las relaciones humanas esto también es así. Para valorar una relación en la que se pueda dar la comunicación, el propósito, el compromiso, el empoderamiento, el honor, la ternura, el respeto, la devoción, el recuerdo, el éxtasis, el misterio, el romance, la sorpresa, lo opuesto necesita también existir.
Es imposible reconocer algo que verdaderamente queremos sin haber primero comprendido lo que queremos. Y es por ello que creo que se puede producir una resistencia cuando se trata de personas que viven relaciones amorosas bellas”, manifiesta este autor.
La gente va acumulando tantas experiencias que no le gusta la idea de comenzar a creer que no hay nada que pueda ser mejor pero, como dice Dozci, lo que no se dan cuenta estas personas es que sus cuentas bancarias de experiencias les han cerrado el paso a sus opuestos. Ese ‘desgraciado’ novio o esa ‘infeliz’ novia, esa traición, esas palabras horribles, esa falta de atención y de amabilidad han logrado que aparezca un profundo deseo y aprecio de lo contrario.
Todos necesitamos amar. Todos nos sentimos solitarios una u otra vez y pensamos que nos hace falta el amor y día tras día imaginamos que encontraremos a la persona ideal con quien pasaremos el resto de nuestras vidas y, sin duda, muchas veces encontramos a esa persona maravillosa con la cual quisiéramos pasar el resto de la vida a un punto tal que se toman decisiones definitivas: unirse más, comprometerse y hasta casarse.
Y es entonces cuando el pánico entra en escena, cuando las dudas nos martirizan, cuando la confusión reina, los recuerdos se agolpan y revivimos imágenes de pasados encuentros, de experiencias fallidas, de desengaños, de desilusiones, de temor, rabia y dolor.
Sin duda nadie busca conscientemente la soledad; sin embargo, muchas veces cerramos las puertas de nuestro corazón, de nuestra alma al amor. Las razones pueden ser varias y todas buenas: experiencias pasadas dolorosas que nos alejan de una posible relación; pérdida de la independencia porque creemos que al abrir la puerta al amor entregamos la llave de nuestra intimidad; falta de tiempo, una excusa usada por muchos, muchas veces; miedo al compromiso porque no queremos perder la libertad; falta de autoestima porque creemos que no merecemos ser amados; mentalidad perfeccionista que nos lleva a esperar lo imposible: la pareja perfecta.
Pero, ¿cómo puede otro ser humano mirar en nuestro interior y conocer nuestras cualidades si cerramos las puertas al amor? Según Dozci, la respuesta es a través de las experiencias vividas que nos llevan a entender que somos capaces de encontrar lo que buscamos y de exigir lo que necesitamos.